Esta planta lleva conmigo más de 35 años. La conseguí en un antiguo vivero de Catadau (Valencia), propiedad de la Sra. Martínez y de su marido don G. Stübing, verdaderos impulsores de la comercialización y popularización de estas plantas ornamentales en aquellos años 70 de despertar del país. No miraba nadie, así que aproveché para cortar un trocito del susodicho cactus (creo que era de la colección particular


No tuve dificultad en arraigar la planta, que cada verano se estira a gran velocidad, pero que luego, suele perder en invierno los tallos formados ese año (de jóvenes son angulosos y de adultos cilíndricos) bien por frío, por deshidratación o ambas cosas. Nunca fue una de mis plantas mimadas, sino más bien todo lo contrario. ¿Cómo ha sobrevivido 40 años a mi indiferencia? Sin duda, gracias a que tiene un seguro de supervivencia, una especie de nabo subterráneo que acumula las reservas necesarias para así poder dar el empujón que necesita el estirón de cada primavera! Por cierto, he leído por ahí que sólo las plantas nacidas de semillas lo producen, y no es así, como puede verse en la foto de mi planta, que ya luce un pequeño caudex pese a tantos años de descuido y proceder de un esqueje “sustraído”.
En cuanto a su identificación botánica, me costó al principio, habida cuenta la falta de información disponible. Los tallos delgados de coloración gris o azulado marmóreo, así como las flores, me hicieron pensar en un principio que se trataba de La Monvillea spegazzinii (hoy Cereus spegazzinii), muy cultivada en sus formas crestadas. Bendita ignorancia y bisoñez! Más adelante comprendí que no podía ser, entre otros motivos porque C. spegazzinii tiene las flores sin pelos ni espinas, como corresponde a los verdaderos Cereus, además de otras muchas diferencias hoy evidentes para mi, pero no entonces cuando empezaba.
Indagando en los escasos libros de cactus disponibles a mi alcance en aquellos años 70’s (entonces no existía internet ni afición por los cactus en España) encontré que lo más parecido a mi planta era el Peniocereus gregii, que tenía también un gran depósito subterráneo de reservas, tallos delgados de hábito trepador y flores nocturnas de aspecto parecido. Durante años creí que esa era su correcta determinación. No satisfecho del todo, finalmente averigüé que se trata en efecto de un Peniocereus, sí, pero perteneciente a la especie rosei, descubierta en Sinaloa y publicada por Jesús González Ortega en el número 6 de la Revista Mexicana de Biología (6:189, 1926). (Por cierto, no sé si fue por errata de imprenta, ignorancia, o exceso de virilidad, su autor se comió una “o” y llamó al cactus “Penicereus”, lo que se corrigió en una edición posterior de la revista.)
Mi curiosidad e interés crecieron súbitamente cuando leí que era una planta caudiciforme con la base engrosada y leñosa, es decir con cáudex. Aunque no soy especial fan de estas plantas, se da la circunstancia de que es un rasgo bastante raro en cactáceas (otro ejemplo sería Pterocactus tuberosus). Fue entonces cuando caí en la cuenta: el caudex explicaría mis infructuosos intentos por enterrar en la maceta el extremo superior del nabo: siempre se las apañaba para sobresalir. Tardé tiempo en ver y disfrutar de sus flores: siempre las pillaba pasadas, y normalmente cada tallo sólo producía una o dos. La razón es que se desarrollan plenamente hacia las 22’30 de la noche en estas latitudes! Si eso ocurre en junio en pleno solsticio de verano, casi llegas a verla en flor con luz natural! Pero si la floración es en setiembre, ya es noche cerrada. Doce horas después, al alba, empiezan a mustiarse y a perder su gracia. Salvo que tengas un ejemplar con muchas ramas que den muchas flores y no necesariamente sincronizadas; si pierdes este autobús debes resignarte hasta el año que viene.
Pero este año me prometí que ya no podía dejar pasar más la cosa y aquí van las fotos. La que sigue la tomé hace un mes, pues los calores de agosto frenaron su desarrollo. Observad las gotitas de nectar con las que suppongo pretende atraer a las hormigas, con vista a la diseminación una vez cuajado el fruto Esta foto y las que vienen a continuación están hechas en la misma secuencia de tiempo. La primera, por la tarde. Observad los pinchos de la flor, ausentes en el género Cereus. La flor empieza a desplegarse a las 21,30 más o menos Una hora después ya está del todo abierta A las 9,30 de la mañana siguiente, ya son evidentes los primeros signos de decrepitud. La vida es breve, pero la belleza aun lo es más.