Hasta que este pasado mes de septiembre me fijé en que la criatura apuntaba pequeños capullos en los artejos nuevos del pasado verano, y mi indiferencia se transformó poco a poco en creciente interés. Y así han ido engordando sus flores, hasta que hace unos 25 días se abrió la primera. Qué gozada! Porque las del año pasado no eran “mías”, pero esta sí lo era, como todas las que han abierto después (ved la foto, hecha hace un ratito.)
He metido la planta dentro de casa porque donde estaba había demasiado sol y se estaba poniendo roja como un tomate (igual que nosotros cuando tomamos el sol en verano sin protección solar). Olvidé que es un cactus de selva.
A partir de ahora me declaro encendido admirador de esta popular especie y ya tengo otro motivo añadido para admirar a Brasil, país que además de su samba, sus bailes y música, además del fútbol y de su increíble naturaleza, es la patria de esta preciosidad. Entre otras muchas, claro.